Vida y obra de un Genio

Ernest Hemingway: su romance con una prostituta cubana, una visita olvidada a Perú y otras 2 historias secretas del escritor

 

Escritor Omar Zevallos frente a su libro de Hemingway

FUENTE DE LA IMAGEN,OMAR ZEVALLOS

Pie de foto,Omar Zevallos presentará en el Festival Hay Arequipa "Hemingway desconocido"Información del artículo

  • Autor,Fernanda Paúl
  • Título del autor,HayFestivalArequipa@BBCMundo
  • 8 noviembre 2019

 

Una pequeña fotografía enmarcada y colgada cerca de la cama que solía

 

usar Ernest

 

 

 

Hemingway en el hotel Ambos Mundo, en La Habana, llamó la atención de Omar Zevallos.

El periodista y caricaturista peruano vio algo especial en esa imagen: el aclamado escritor norteamericano miraba absorto a una atractiva mujer de ojos oscuros que tomaba un daiquirí.

Si eso no es amor —pensó Zevallos—, entonces ¿qué es?

Y así fue como empezó a descifrar una de las cuatro crónicas secretas sobre la vida de este enigmático personaje que hoy componen su libro "Hemingway desconocido", publicado en mayo de este año y que se presentará en el Festival Hay de Arequipa.

 

 

La tarea no fue fácil pues de Hemingway se ha escrito bastante. Pero, tal como el periodista peruano dice, hay historias que, en efecto, aún permanecían en secreto y que, para suerte de Zevallos, no se habían perdido irremediablemente en el tiempo.

Entre ellas, la de la amante cubana, la de un viaje secreto a una caleta de pescadores en Perú, la de un fantasma del propio norteamericano que merodea su ex casa en Cuba, y la de un amor no consumado con una famosa actriz hollywoodense.

La amante cubana

Leopoldina Rodríguez. Así se llamaba la mujer cubana que le robó el corazón a Ernest Hemingway, la misma que tomaba un daiquirí cuando la cámara del íntimo amigo del escritor, Fernando Campoamor, patentó la única imagen que existe de ambos.

Hasta ahora, poco se había hablado de ella.

Una prostituta —aunque de las más "atractivas y de lujo" de La Habana de los años 40'— no podía significar nada serio para el ganador del premio Nobel de Literatura, decían.

Sin embargo, Zevallos descubrió lo contrario: su carácter, inteligencia y nivel cultural hicieron que Hemingway —por entonces casado con Mary Welsh— se enamorara y que, incluso, le abriera las puertas de su trabajo.

 

Ernest Hemingway

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,Las historias no contadas de Ernest Hemingway inspiraron al escritor peruano Omar Zevallos.

 

"Ella lo leía fervientemente, lo analizaba y era una mujer suficientemente inteligente para saber con quién estaba hablando. Y el hecho de que Hemingway la escuchara, quiere decir que la valoraba", cuenta el periodista peruano en conversación con BBC Mundo.

Y así, además de compartir momentos de lujuria con el escritor, Leopoldina tenía acceso a sus manuscritos.

Aún más: de acuerdo con Fernando Campoamor (el fotógrafo), la cubana predijo que Hemingway ganaría el Nobel de Literatura.

Según Zeballos, la relación entre Hemingway y Leopoldina se paseaba entre la literatura y el amor, algo que no le sucedía con Mary Welsh.

"Mary Welsh lo quería mucho pero no se metía en sus cosas. No influía sobre él", cuenta.

Pero ¿de dónde venía Leopoldina y cómo conoció a Hemingway?

Según se relata en el libro "Hemingway desconocido", Leopoldina creció en la casa de una familia cubana poderosa —los Pedroso— donde su madre trabajaba como criada. Allí aprendió a leer, a escribir, a usar los cubiertos y a servir el vino, entre otras cosas.

A Hemingway lo conoció en el famoso bar El Floridita. Según descubrió Zevallos, ella era una de las cinco prostitutas que solía merodear el local, mientras el escritor era un asiduo cliente que acudía regularmente para reunirse con amigos y personajes del ambiente cultural de La Habana.

 

Estatua de Hemingway en bar de El Floridita

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,Hemingway era cliente habitual del bar El Floridita, en La Habana. Para recordar su presencia, una estatua del escritor estadounidense fue ubicada aquí en 2003. Cada mañana ponen frente a él un daiquirí, cocktail preferido del autor.

 

La profunda relación amorosa entre ambos —cuenta Zevallos en su libro— duró diez años (desde 1940 a 1950). En ese período, Hemingway la visitaba regularmente en su departamento del edificio Astral, en La Habana Vieja, el cual él mismo costeaba.

Pero el amor no duraría para siempre.

A mediados de 1950, la mujer fue diagnosticada de cáncer. Hemingway se preocupó de su medicina durante el largo tratamiento pero ella falleció.

Según relata Zevallos en su libro, Hemingway costeó el funeral y la acompañó hasta su tumba.

Esto, dice el escritor peruano, es uno de los actos que más refleja que ese amor, el de Leopoldina y Ernest, no fue algo pasajero.

"Él la amó de verdad", concluye Zeballos.

"Cabo Blanco": la historia de Hemingway en Perú

La vida de Hemingway pasó a ser casi una obsesión para Omar Zevallos. Y quizás la historia que más le atrajo fue la que tenía relación con su país, Perú.

Porque en esta región sudamericana, hay una pequeña caleta de pescadores, llamada Cabo Blanco, que esconde varios secretos del escritor norteamericano.

En total, fueron 36 días los que permaneció Hemingway en esta localidad que hoy está convertida en el paraíso del surf.

La razón de su viaje no era otra que filmar las escenas de la película sobre su libro "El viejo y el mar".

Reconstruir su historia en este sitio no fue fácil para Zevallos. Los años no pasan en vano y los rumores sobre la estadía de Hemingway en la caleta eran tantos, que fue muy complicado establecer la verdad de lo ocurrido.

 

escritor Omar Zevallos

FUENTE DE LA IMAGEN,OMAR ZEVALLOS

Pie de foto,Omar Zevallo investigó la estancia de Hemingway en Perú, una visita que tiene muchos mitos a su alrededor. Tras meses de lectura y visitas a la caleta, cuenta sus hallazgos en el libro.

 

"Hemingway es todo un mito en Cabo Blanco. Casi todos dicen que lo conocieron. Muchas historias se han distorsionado y yo quería saber la verdad", dice Zevallos.

Así, el escritor peruano estuvo meses sumergido en archivos y bibliotecas, y viajó a la caleta en varias ocasiones para investigar lo que realmente había pasado en esos 36 días.

La historia, plasmada en el libro "Hemingway desconocido", podría resumirse más o menos así:

Vestido con un traje gris y un gorro blanco, y acompañado de su esposa Mary Welsh, Hemingway aterrizó a las 8 de la mañana del 16 de abril de 1956 en una pista de aterrizaje situada a mil kilómetros al norte de Lima, la capital peruana.

Era la primera vez que el norteamericano pisaba un país sudamericano; se trataba de un gran acontecimiento noticioso.

Los diarios de la época, de hecho, le dedicaron sus primeras planas y enviaron a tres periodistas a reportear su historia: Jorge "el Cumpa" Donayre, Manuel Jesús Orbegozo y Mario Saavedra-Piñón.

Sus crónicas fueron clave para que Zevallos pudiera rehacer el viaje de Hemingway a Perú.

Y así, se sabe que el plan del escritor era, fundamentalmente, capturar un ejemplar del merlín negro —que retrataba en su libro "El viejo y el mar"— de las dimensiones que se requerían para el filme.

Por eso, Hemingway salió a pescar diariamente con su caña de bambú prensado y en una embarcación bautizada como Miss Texas.

Durante toda su estadía, alojó en la habitación número 5 de Cabo Blanco Fishing Club, un exclusivo centro al que solo acudían multimillonarios y por el que habían pasado personajes como Marilyn Monroe.

Con quien conversó largas horas fue con Pablo Córdova, el barman del club, quien, según relata Zevallos, se convertiría a partir de la primera noche en su confidente de pesca.

Sus días se hicieron rutinarios. Zevallos cuenta que Hemingway se levantaba al amanecer con un desayuno que consistía en dos huevos duros, tostadas con mantequilla y mucho café.

Luego, a las 8 de la mañana, ya estaba embarcándose de nuevo.

En Perú, Hemingway se enamoró de la cocina. Más aún su esposa, quien se encandiló tanto con el famoso lomo saltado (plato peruano hecho de lomo fino de res, cortado en trozos con tomate, cebolla y servido con arroz blanco) que se llevó su receta a Estados Unidos.

Hemingway, en cambio, se llevó otra cosa a su país de origen: al momento de dejar el país sudamericano, los periodistas que lo habían acompañado durante su estadía le regalaron una botella de pisco, un destilado de uva típico de Perú.

Para Zevallos, la visita de Hemingway a Perú fue tremendamente importante para ese país.

"Su visita fue muy importante para el Perú y para la historia porque en aquella época ya era un persona muy importante, un premio Nobel", dice.

El fantasma de la Finca Vigía

Todo aquel que conoce algo de la historia de Hemingway, sabe que la Finca Vigía, en Cuba, fue de los lugares más importantes en la vida del escritor.

 

escritorio de Hemingway casa de la Finca Vigía

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,La casa de Hemingway en La Habana es hoy un museo visitado por turistas de todo el mundo. Aquí se conservan cientos de libros del escritor estadounidense.

 

La enorme mansión rodeada de árboles frutales —ubicada a 40 minutos de La Habana, en el barrio de San Francisco de Paula—, fue su morada durante más de 20 años.

Luego del suicidio del escritor, en 1961, la residencia fue donada al gobierno cubano con la condición de que fuera convertida en un museo.

Y así es como hoy este espacio sigue intacto, con una biblioteca de más de 9 mil volúmenes (donde hay libros de todo tipo, desde magia hasta manuales de artillería) y otros objetos preciados para el escritor, como una cabeza de búfalo negro y un lagarto embalsamado.

Pero eso no es todo: según relata Zevallos en su libro, allí está la "esencia de su alma" y un fantasma que parece recorrer cada pasillo "como un eterno guardián de sus secretos".

Aunque el propio Zevallos es algo escéptico —dice que no cree en Dios y menos en fantasmas—, sí hay una imaginería popular de que, efectivamente, Hemingway aún merodea la casa.

 

Ernest Hemingway

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,Hemingway escribiendo en su casa en La Habana, hoy el museo Finca Vigía.

 

"Hubo gente que creyó verlo y que se asustó mucho, hay algunos que decían que caminaba con un arma en el cinto", afirma Zevallos.

Para su libro, el escritor peruano entrevistó a varias personas que dice haber sido testigo de estas experiencias paranormales.

Las historias vienen en gran medida de los empleados del museo y guardias nocturnos. Uno de ellos dijo que se oían sus pasos y que en las noches las luces se prendían y apagaban.

Además, se ha dicho que se les aparece un "hombre alto y colorado, de andar pausado, vestido con bermudas, camisa clara y holgada, y sandalias de piel".

Gladys Rodríguez, directora de la cátedra de Hemingway en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí de La Habana, le dijo a Zevallos que varios de los empleados del museo renunciaron "muertos de susto".

Cierto o no, en lo que sí hay coincidencia es en que la Finca Vigía es uno de los sitios que más secretos esconde de Hemingway.

"Para quienes quieren conocer la vida de Hemingway, esta casa es muy importante", dice Omar Zevallos.

"A Hemingway, Cuba le parecía un lugar ideal para vivir, no solo por el clima, sino también por su gente y por la pesca; y en esta casa él se sentía muy cómodo", agrega.

La pasión imposible

Por la vida de Hemingway pasaron muchas mujeres.

Su encanto y su labia le ayudaron a conquistar a quien quiso.

Pero hubo una, la actriz alemana Marlene Dietrich, con la que nunca pudo concretar su deseo, convirtiéndose en el único "amor imposible" de Hemingway.

Según relata Zevallos en su libro, la actriz conoció con Hemingway a bordo del buque Ile de Francia, cuando el escritor regresaba a Estados Unidos luego de haber cubierto la guerra como corresponsal, y Dietrich hacía lo mismo tras visitar a su familia alemana.

Por 1934, Dietrich era la diva de Hollywood que todos aclamaban.

La personalidad de la mujer, con un carácter indomable y fuerte, incrementó el deseo del escritor hacia ella.

 

Ernest Hemingway con Marlene Dietrich

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,Ernest Hemingway y Marlene Dietrich se conocieron en un trasatlántico.

 

Sin embargo, ninguno traspasaría la línea de la amistad para involucrarse en un amor furtivo y es por ello que, según Zevallos, decidieron ser confidentes.

Pero ¿por qué?

"Creo que ellos no coincidieron en el momento exacto", explica el escritor peruano.

"Muchas mujeres morían por estar con él y él era muy mujeriego. Pero Dietrich era una mujer con un fuerte carácter, tenía las ideas muy claras, sabía dónde iba y lo que quería. Y no quería ser la amante, no estaba dispuesta a asumir ese papel", agrega.

Zevallos asegura que, aunque primero Hemingway se enamoró perdidamente de ella de una manera platónica, luego se transformó en su confidente y pasó a contarle asuntos de su vida íntima, incluso de su esposa.

Él la llamaba su "pequeña Kraut" mientras que para Dietrich era simplemente "papá".

Las conversaciones entre ambos quedaron plasmadas en cartas que se enviaron cada cierto tiempo y a las que Zevallos tuvo acceso.

"Él admiraba su carácter, era la mujer que podía ponerlo en su sitio sin problema y él necesitaba ese punto de equilibrio en su vida", dice el periodista peruano.

Y así, la historia de Marlene Dietrich se suma al resto de las crónicas secretas que, tras un largo trabajo, Zevallos logró reconstruir.

A pesar de que han pasado casi 60 años de su muerte, la historia del enigmático personaje de Hemingway sigue dando que hablar.

Su intensa vida, marcada por amores, libros y excesos, parece estar todavía llena de secretos.

 

LA HISTORIA DE ERNEST

Ernest Hemmingway

Ernest Miller Hemingway nace de la peculiar unión entre un médico, Clarence Edmonds Hemingway, aficionado a la caza, la pesca y la vida campestre y una contralto reciclada en pintora llamada Grace Hall, inclinada al sentimentalismo religioso, en la localidad de Oak Park, cercana a Chicago, el 21 de julio de 1899.

Leer más...

 

Entrevista a Ernest Hemingway

ERNEST HEMINGWAY
Entrevistado por Milt Machlin
(Argosy, septiembre de 1958)

Leer más...

 

Una entrevista a Hemingway

UN DETECTOR DE MIERDA INCORPORADO

 

Esta famosa entrevista a Ernest Hemingway, y de la cual ofrecemos un fragmento, fue realizada por George Plimton y publicada originalmente en la revista The Paris Review en 1958 y editada en castellano en Narradores1. El Ateneo, 1996. Fue transcripta desde el diario Clarín de su edición del Domingo 18 de julio de 1999.

 

Hemingway en una tarde de toros
-¿Le resultan placenteras las horas dedicadas al proceso de la escritura? ¿Podría decirnos algo de ese proceso? ¿Cuándo trabaja usted? ¿Mantiene un horario rígido?
-Me resulta muy placenteras. Cuando trabajo en un libro o en un relato escribo cada mañana, en cuanto haya luz. A esa hora nadie molesta y está fresco o frío, y uno se pone a trabajar y se caldea a medida que escribe. Uno lee lo que ha escrito, y como siempre se interrumpe cuando sabe qué es lo que va a ocurrir a continuación. Uno sigue a partir de ese punto. Uno escribe hasta llegar a un lugar en el que todavía le queda resto y sabe lo que ocurrirá a continuación, y allí uno se interrumpe y trata de vivir hasta el día siguiente para volver a seguir con eso. Uno ha empezado, digamos, a la seis de la mañana. Y puede seguir hasta el mediodía o dejar antes. Cuando uno se detiene está vacío, y al mismo tiempo no vacío sino llenándose como cuando ha hecho el amor con alguien a quien ama. Nada puede dañarlo, nada puede ocurrir, nada significa nada hasta el día siguiente, cuando uno vuelve al trabajo. Lo difícil es la espera hasta el día siguiente.
-¿Puede quitarse de la cabeza el proyecto al que está entregado cuando está lejos de la máquina de escribir?
-Por supuesto. Pero para eso hace falta disciplina y esa disciplina se adquiere.
-¿Hace alguna revisión o alguna reescritura cuando lee hasta el lugar en el que se interrumpió el día anterior? ¿O las revisiones vienen más tarde, cuando todo el trabajo está terminado?
-Todos los días reescribo hasta el punto en que dejé el día anterior. Cuando todo está terminado, naturalmente lo reviso. Así se tiene otra oportunidad de corregir y reescribir cuando otra persona lo mecanografía, y uno ve el material más prolijo. La última oportunidad son las pruebas. Uno agradece todas esas chances.
-¿Reescribe mucho?
-Depende. Reescribí el final de Adiós a las armas, la última página, treinta y nueve veces antes de quedar satisfecho.
-¿Había allí algún problema técnico? ¿Qué era o que lo obstaculizaba?
-Buscaba las palabras adecuadas.
-Thornton Wilder habla de recursos  que ponen en marcha el día de trabajo de un escritor. Dice que una vez usted le dijo que les sacaba punta a veinte lápices.
-Creo que nunca tuve veinte lápices a la vez. Gastar la punta de siete lápices número 2 es un buen día de trabajo.
-¿Cuáles lugares le resultaron más provechosos para trabajar? El hotel Ambos Mundos parece haber sido uno, a juzgar por la cantidad de libros que usted escribió allí. ¿O el ambiente no ejerce demasiada influencia sobre su trabajo?
- El Ambos Mundos de La Habana era un muy buen lugar para trabajar. Esta finca es un lugar espléndido, o lo fue. Pero siempre he trabajado bien en todas partes. Quiero decir que he podido trabajar tan bien como puedo en distintas circunstancias. El teléfono y los visitantes son los que destruyen el trabajo.
-¿La estabilidad emocional es necesaria para escribir bien? Una vez me dijo que sólo podía escribir bien cuando estaba enamorado. ¿Podría explayarse más sobre el tema?
-Qué pregunta! Pero lo felicito por el intento. Uno puede trabajar en cualquier momento si la gente lo deja tranquilo y nadie interrumpe. O más bien, si uno puede ser despiadado con los demás. Pero la mejor escritura se produce, por cierto, cuando uno está enamorado. Si a usted le da lo mismo, prefiero no explayarme sobre el tema.
-¿Y qué ocurre con la seguridad económica? ¿Puede hacer daño a una buena escritura?
-Si llega temprano en la vida y uno ama la vida tanto como el trabajo, hace falta mucho carácter para resistir las tentaciones. Una vez que la escritura se ha convertido en el mayor vicio de uno, en el mayor placer, sólo la muerte puede interrumpirla. La seguridad económica es entonces una gran ayuda, ya que evita preocupaciones. Las preocupaciones destruyen la capacidad de escribir.
-¿Puede recordar exactamente el momento en que decidió convertirse en escritor?
-No, siempre quise ser escritor.
-Cuando escribe, ¿alguna vez descubre que está influido por lo que está leyendo en ese momento?
-No desde que Joyce estaba escribiendo Ulises. La de él no fue una influencia directa. Pero en esa época en que las palabras que conocíamos estaban prohibidas para nosotros y teníamos que luchar por una sola palabra, la influencia de su obra fue lo que cambió todo y nos hizo posible romper con las restricciones.
-¿Pudo aprender algo de los escritores, algo sobre la escritura? Ayer me decía usted que Joyce, por ejemplo, no soportaba hablar sobre la escritura.
. -En compañía de gente del mismo oficio, uno habitualmente habla de los libros de otros escritores. Cuanto mejor sea un escritor, tanto menos hablará de lo que él mismo ha escrito. Joyce era un escritor muy grande y sólo les explicaba lo que estaba haciendo a los tontos. Los escritores que él verdaderamente respetaba supuestamente eran capaces de darse cuenta de lo que él estaba haciendo, simplemente leyéndolo.
-Durante los últimos años usted parece haber eludido la compañía de los escritores. ¿Por qué?
-Eso es más complicado. Cuanto más lejos va uno con la escritura, tanto más solo está. Casi todos los viejos amigos, los mejores, mueren. Otros se alejan. Uno no los ve más que raramente, pero uno escribe y tiene con ellos casi el mismo contacto que tenía cuando se encontraba con ellos en el café, en los viejos tiempos. Uno intercambia cartas cómicas, a veces alegremente obscenas e irresponsables, y eso es casi tan bueno como charlar. Pero uno está más solo porque así es como debe trabajar y el tiempo para trabajar se acorta todo el tiempo y si uno lo malgasta siente que ha cometido un pecado para el cual no hay perdón.
-¿Podría decirnos cuánto esfuerzo deliberado invirtió en el desarrollo de su estilo distintivo?
-Esa es una pregunta extensa y cansadora, y si uno se pasara un par de días respondiéndola, se sentiría tan autoconsciente que ya no podría escribir. Podría decir que lo que los amateurs llaman un estilo suele ser tan sólo la inevitable torpeza de alguien que intenta por primera vez hacer algo que no se ha hecho antes. Casi ningún nuevo clásico se parece a otros clásicos previos. Al principio la gente sólo ve la torpeza. Después la torpeza ya no es tan perceptible. Cuando aparece, la gente piensa que esas muestras de torpeza son el estilo y muchos las copian. Eso es lamentable.
-Usted me escribió una vez que las simples circunstancias en las que fueron escritas diversas obras de su ficción podían resultar instructivas. ¿Podría aplicarse eso a Los asesinos -usted dijo que lo había escrito, junto con Diez indios y Hoy es viernes, todo en un solo día- y tal vez también a su primera novela Fiesta?
-Veamos. Empecé Fiesta en Valencia, el día de mi cumpleaños, el 21 de julio. Mi esposa Hadley y yo habíamos ido a Valencia con tiempo para conseguir buenas entradas para la feria, que empezaba el 24 de julio. Toda la gente de mi edad ya había escrito una novela, y yo todavía tenía dificultades para escribir un párrafo. Así que empecé el libro el día de mi cumpleaños, lo escribí durante la feria, a la mañana, en la cama, y fui a Madrid y seguí escribiéndolo allí. En Madrid no había feria, así que teníamos una habitación con una mesa y yo escribía con gran lujo en esa mesa, y a la vuelta de la esquina del hotel, en una cervecería del Pasaje Alvarez, donde estaba más fresco.Finalmente se puso muy caluroso para escribir y nos fuimos a Hendaya. Allí había un hotel barato, sobre esa enorme y larga playa solitaria, y trabajé muy bien, y después fuimos a París y terminé la primera versión en el departamento que estaba sobre el aserradero, en el 113 de la calle Notre-Dame-des-Champs, seis semanas después del día que lo había empezado .Le mostré la primera versión a Nathan Asch, el novelista, quien entonces tenía un acento muy marcado, y él me dijo: Hem, ¿qué quieres decir con que has escrito una novela? Una novela, oh. Hem, eso será un libro de viaje. Nathan no me desalentó demasiado, y reescribí el libro, conservando lo de viaje (era la parte sobre la excursión de pesca y Pamplona), en Schruns, en el Voralberg, en el hotel Taube. Los relatos que usted mencionó los escribí en un día, el 16 de mayo, en Madrid, cuando la nieve suspendió las lidias de toros de San Isidro. Primero escribí Los asesinos, algo que había intentado escribir antes y no lo había logrado. Después, tras el almuerzo, me metí en la cama para mantenerme abrigado y escribí Hoy es viernes. Tenía tanta energía que pensé que me volvería loco, y tenía más o menos otros seis cuentos para escribir. Así que me vestí y salí y fui hasta Fornos, el viejo café de los toreros, y tomé café y después volví y escribí Diez indios. Eso me entristeció mucho y tomé un poco de brandy y me fui a dormir. Me había olvidado de comer y uno de los camareros me trajo un poco de bacalao y carne y papas fritas y una botella de Valdepeñas.La mujer que regenteaba la pensión siempre se preocupaba porque yo no comía lo suficiente y había enviado al camarero. Recuerdo que me senté en la cama y comí y bebí el Valdepeñas. El camarero dijo que me traería otra botella. Dijo que la señora quería saber si yo pensaba escribir toda la noche. Le dije que no, que creía que me acostaría un rato. Por qué no trata de escribir uno más, me preguntó el camarero. Se supone que sólo debo escribir uno, dije yo. Tonterías, dijo él. Podría escribir seis. Lo intentaré mañana, dije. Inténtelo esta noche, dijo él. ¿Por qué cree que la señora le envió la comida? Estoy cansado, le dije. Tonterías, dijo él (la palabra no fue en realidad tonterías). Está cansado después de tres miserables cuentos. Tradúzcame uno. Déjeme tranquilo, le dije. Cómo puedo escribir si usted no me deja tranquilo. Así que me senté en la cama y bebí el Valdepeñas y pensé qué escritor condenadamente bueno sería yo si el primer cuento era tan bueno como esperaba.
-¿Usted disfruta leyendo sus propios libros... sin sentir que le gustaría hacer algunos cambios?
-A veces, cuando me resulta difícil escribir, los leo para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible.
-¿El título se le ocurre mientras está en el proceso de elaborar la historia?
-No, hago una lista de títulos después de haber terminado el relato o el libro... a veces son más de cien. Después empiezo a eliminarlos, y a veces los elimino a todos.
-¿Y hace eso también en los casos en los que el título de un relato ha sido sugerido por el mismo texto, como por ejemplo en el caso de Colinas como elefantes blancos?
-Sí. El título viene después. Encontré a una muchacha en Prunier, donde había ido a comer ostras antes del almuerzo. Sabía que ella había tenido un aborto. Me acerqué y hablamos, no sobre eso, pero en el camino a casa se me ocurrió la historia, salteé el almuerzo y me pasé esa tarde escribiéndola.
-Entonces, cuando está escribiendo, usted es constantemente un observador en busca de algo que pueda usar.
-Sin duda. Si un escritor deja de observar está terminado. Pero no debe observar conscientemente ni pensar de qué modo algo le será útil. Tal vez al principio eso sea cierto. Pero más tarde todo lo que ve se integra a la gran reserva de cosas que sabe o que ha visto. Si de algo sirve saberlo, siempre trato de escribir de acuerdo con el principio del iceberg. Hay nueve décimos bajo el agua por cada parte que se ve de él. Uno puede eliminar cualquier cosa que sepa, y eso sólo fortalecerá el iceberg. Si un escritor omite algo porque no lo sabe, habrá un agujero en su relato. El viejo y el mar podría haber tenido más de mil páginas, y dar cuenta de cada personaje de la aldea y del proceso de cómo vivían, cómo habían nacido, cómo se habían educado, tenido hijos, etcétera. Otros escritores hacen eso de manera excelente. Al escribir, uno está limitado por lo que ya se ha hecho de manera satisfactoria. Así que he tratado de aprender a hacer otra cosa. Primero traté de eliminar todo lo innecesario para transmitir experiencia al lector, para que después de haber leído algo, lo leído se convirtiera en parte de su propia experiencia, y le pareciera que realmente había ocurrido. Es algo muy difícil de hacer, y trabajé muy duramente para lograrlo. De todos modos, para no explicar cómo se hace, tuve una suerte increíble en ese momento y pude transmitir la experiencia completamente. Y pude lograr que fuera una experiencia que nadie había transmitido antes. La suerte fue que tuve un buen hombre y un buen muchacho, y que últimamente los escritores se han olvidado de que todavía existen esas cosas. Después, el océano: vale tanto la pena escribir sobre el océano como sobre un hombre. Así que también fui afortunado en eso. He visto el acoplamiento de los peces espada, así que es algo que conozco. Eso no lo cuento. He visto un cardumen de más de cincuenta ballenas en esa misma zona del agua, y en una oportunidad arponeé a una de casi dieciocho metros de largo, y la perdí. De modo que eso no lo cuento. No cuento ninguna de las historias que conozco sobre la aldea de pescadores. Pero ese conocimiento es lo que constituye la parte sumergida del iceberg.
-¿Puedo preguntarle en qué medida considera usted que el escritor debe involucrarse en los problemas sociopolíticos de su época?
-Cada uno tiene su propia conciencia, y no debería haber reglas para el funcionamiento de la conciencia. De lo único que podemos estar seguros con respecto a un escritor politizado es que, si su obra dura, uno tendrá que pasar por alto la política cuando lo lea. Muchos de los escritores llamados políticamente comprometidos cambian sus ideas políticas frecuentemente. Esto les resulta muy excitante, a ellos y a los reseñistas político-literarios. A veces hasta deben reescribir sus puntos de vista… y apresuradamente. Tal vez todos eso pueda respetarse considerando que es una forma de búsqueda de la felicidad.
-¿Diría que alguna vez hay una intención didáctica en su obra?
-Didáctica es una palabra que ha sido mal utilizada y arruinada. Muerte en la tarde es un libro instructivo.
-Se ha dicho que un escritor sólo trata una o dos ideas en toda su obra. ¿Usted diría que su obra refleja una o dos ideas?
-Bien, tal vez sería mejor expresarlo de esta manera: Graham Greeene dijo en una de estas entrevistas que una pasión regente da a todo un anaquel de novelas la unidad de un sistema. Usted mismo ha dicho, según creo, que las grandes obras se producen a partir de un sentimiento de injusticia ¿Considera que es importante que un novelista sea dominado de ese modo… por algún sentimiento tan intenso?
-El señor Greeene tiene una facilidad para hacer afirmaciones que yo no poseo. A mí me resultaría imposible hacer generalizaciones sobre un anaquel de novelas o sobre una bandada de patos o una manada de caballos. No obstante, intentaré una generalización. El escritor que carezca de sentido de la justicia y de la injusticia haría mejor en dedicarse a editar el anuario de una escuela de chicos excepcionales en vez de escribir novelas. Otra generalización. Ya ve, no son tan difíciles cuando son suficientemente obvias. El don más esencial para un buen escritor es tener un detector de mierda incorporado, a prueba de golpes. Ese es el radar de un escritor. Y todos los grandes escritores lo han tenido.
-Finalmente, una pregunta fundamental: ¿cuál cree usted que es la función de su arte? ¿Por qué una representación de los hechos en vez de los hechos mismos?
-¿Por qué preocuparse por eso? A partir de las cosas que han ocurrido y de las cosas tal como existen y de todas las cosas que uno sabe y de todas aquellas que no puede saber, uno hace algo por medio de la invención, algo que no es una representación sino una cosa nueva más real que cualquier otra real y viva, y uno le da vida, y si la hace suficientemente bien, también le da inmortalidad. Por eso uno escribe.

Actualizado (Sábado, 10 de Enero de 2015 11:42)

 

Coloquio sobre Hemingway en Cuba recordará los 50 años de su muerte

El 50 aniversario de la muerte del escritor estadounidense Ernest Hemingway (1899-1961) será recordado en el XIII Coloquio Internacional sobre su figura que tendrá lugar en La Habana del 16 al 19 de junio, con la participación de especialistas de Cuba y EE.UU., además de familiares del autor.

 

Leer más...

 
Más artículos...