LA HISTORIA DE ERNEST

Ernest Hemmingway

Ernest Miller Hemingway nace de la peculiar unión entre un médico, Clarence Edmonds Hemingway, aficionado a la caza, la pesca y la vida campestre y una contralto reciclada en pintora llamada Grace Hall, inclinada al sentimentalismo religioso, en la localidad de Oak Park, cercana a Chicago, el 21 de julio de 1899.

 Su padre le enseñó todo lo relacionado con sus aficiones, incluso a cocinar, pues incluyó una máxima sagrada para él: no se mata si no es para comer. Su madre le vistió con prendas de colores similares a los que lucían sus hermanas hasta una edad tan poco aconsejable como los nueve años, lo que unido más tarde al rechazo que en ella suscitaron sus obras le llevó a calificarla de “vieja arpía”.

No destacó en los estudios, lo que no le impidió colaborar con la revista de la escuela de secundaria con sus primeros escritos y sí destacó en todos los deportes que en la misma se practicaban: baloncesto, fútbol americano, boxeo y natación.

Rechazó ingresar en la universidad y se incorporó a la plantilla del Kansas City Star en Kansas, estado de Missouri. Cuando los Estados Unidos entran en la 1ª Guerra Mundial es descartado para incorporarse a filas por un defecto ocular, pero consigue un puesto de conductor de ambulancia por la Cruz roja. Es destinado en Milán, donde conoce a otro conductor llamado John Dos Passos. Su primera intervención consiste en recoger trocitos de personas que trabajan en una fábrica de munición que vuela por los aires accidentalmente. En la siguiente rescata a un soldado italiano de la línea de fuego y resulta herido en las piernas. Se acaba la guerra para él, pero conoce el amor en la persona de una enfermera casi doce años mayor. Nada que hacer, él es repatriado y ella se decanta por sus labores sanitarias.

hemingway

Poco aguanta en casa, ficha por el Toronto Star y dirige una revista en Chicago. Se casa con Hadley Richardson en 1920 y se marchan a París por consejo de Sherwood Anderson y, con sus cartas de recomendación para Gertrude Stein, Sylvia Beach, Ezra Pound, Ford Madox Ford y James Joyce, entra de cabeza en el cogollito de la intelectualidad anglófona y se establece en la ciudad donde “había que estar” en aquella época.

Ernest HemingwaySe gana los primeros francos boxeando y enviando crónicas y reportajes a su periódico, puliendo su estilo y recorriendo Europa. Conoce a Clemenceau y Mussolini, visita Madrid y poco después vive sus primeros sanfermines. Impresionado por las corridas de toros vuelve a Canadá para que nazca su hijo “Bumby”, que entre otros nombres tendrá el de Nicanor, por el primer torero con el que hará amistad. Es el año 1923 y consigue que le publiquen Tres historias y diez poemas.

Los siguientes tres años son los del despegue definitivo de su carrera con In our time (1924), las colaboraciones con Ford Madox Ford y Joyce en sus respectivas revistas y la consagración con The also sun rises (“Fiesta”, 1926) y Hombres sin mujeres (1927). Mientras tanto su matrimonio ha hecho aguas por su carácter irascible en persecución del éxito y la presencia de Pauline Pfeiffer con la que se casa en 1928, tras divorciarse de Hadley. Se establecen en Cayo Hueso (Florida) tras vivir una temporada con Malcolm Lowry, especie de alma gemela por carácter, vocación literaria y afición al alcohol. Nace su segundo hijo, escribe Adiós a las armas, que será un gran éxito cuando se publique al año siguiente, y se suicida su padre, enfermo y con problemas financieros. Este acto es incomprensible para Hemingway cuyo código vital, que proyecta en sus personajes, establece, entre otras normas, el ser “elegante en el sufrimiento”. La certeza de la muerte sólo puede ser el mejor impulso para vivir al límite, no para dejar de vivir.

El crack de 1929 no le afecta en absoluto. Vive de su escritura y se entrega a un periodo de activo “dolce far niente”, viajando, pescando y cazando, comiendo y bebiendo a placer, repitiendo paternidad hasta que en 1932 publica Muerte en la tarde. Se erige como figura pontifical de la obra propia, dispuesto a dar una paliza a cualquier editor o crítico que no reconozca su valía, y no tiene inconveniente en denostar la obra ajena y a su autor, aunque se trate de una buena amistad como ocurrió con Sherwood Anderson, Scott Fitzgerald y la Stein.

Está perfilada su imagen de tipo duro hecho a sí mismo, talentoso, fanfarrón, leal amigo y fiero enemigo de quien así lo merezca, viril a toda prueba. Se convierte en lo que hoy llamaríamos un autor mediático, entregado a sus aficiones y dispuesto a participar en cualquier tipo de celebración que incluya ser homenajeado y presentado a la “beautiful people” del momento y lugar. Esto es criticado por algunos de sus detractores que ignoran la absoluta disciplina que Hemingway se impone cuando trabaja en cualquiera de sus libros, disciplina de la que también presume y aconseja practicar.

El Hotel de Hemingway en el Madrid de la guerra.

El Hotel de Hemingway en el Madrid de la guerra.

Al estallar la Guerra Civil en España, consolidada su obra con títulos emblemáticos como Las verdes colinas de África, donde vierte sus conocimientos cinegéticos y su código de conducta con una escopeta en la mano o Tener y no tener, en el que refleja su izquierdismo individualista, se convierte en corresponsal de guerra para una importante agencia de noticias, además de cortejar a la periodista Martha Gelhorn, con la que trabó amistad en Florida y compartía aficiones y gustos literarios. Se instalan en Madrid, recorren el frente, envían crónicas y él, además, trabaja con John Dos Passos en el propagandístico documental Tierra de España con el que gira por París, Washington, Nueva York y Hollywood recaudando fondos para la causa democrática de la República. Constata que su segundo matrimonio está herido de muerte y como en la anterior ocasión se reconoce como el único culpable. Vuelve a España para asistir a la toma de Teruel y regresa a Estados Unidos en un último y fracasado intento de reconciliación propuesto por Pauline. Sus últimos meses en nuestro país transcurren escribiendo el libro de relatos “La quinta columna” y asistiendo a la derrota de las tropas gubernamentales.

Obtiene otro éxito fulminante en 1940 con la novela Por quién doblan las campanas, que no tarda en adaptarse al cine y para la que él mismo escoge a sus protagonistas y amigos Gary Cooper e Ingrid Bergman. Se casa con Martha y se van a vivir a Cayo Vigía en Cuba, aunque tardan poco en volver a ejercer como corresponsales de guerra en el conflicto chino-japonés.

Cerca de Belchite

Cerca de Belchite

En pocos años mueren algunos de sus amigos (Fitzgerald, Anderson, Joyce, Madox Ford…) y comienza la 2ª Guerra Mundial. Se dedica a labores de vigilancia marítima en previsión de una improbable incursión de submarinos alemanes en el Caribe, autorizado por el gobierno estadounidense, en su propio barco y acompañado de variopintos curdelas. Martha consigue que contraten a Hemingway de nuevo como corresponsal de guerra, aunque una vez instalado en Londres se dedica a las relaciones personales, lo que incluye el cortejo de Mary Welsh, periodista casada con periodista y norteamericana como ellos. Martha Gelhorn no tiene inconveniente en burlarse del haragán borracho en el que Ernest se está convirtiendo. A pesar de todo, ambos acompañan a las tropas que desembarcan en Normandía y cubren el resto de la guerra por separado. Hemingway envía unas crónicas fantasiosas y se dedica a actividades poco periodísticas como encabezar un grupo de guerrilleros con los que supuestamente entró en París para liberar los bares del Traveler’s Club y del Ritz, donde tomó habitación con  Mary Welsh, recibió a Sartre y Simone de Beauvoir y trabó amistad con el joven Salinger.

Con Ava Gardner

Con Ava Gardner

Acabada la guerra vuelve a Cuba, divorciado y acompañado de la que será su cuarta y última esposa a partir de 1946, Mary Welsh. Pasa por un periodo de inactividad que resuelve instalándose en Venecia, donde escribe la novela de tan poético título como poco éxito Al otro lado del río y entre los árboles (1950) inspirado en la amistad y lo que no surgió con una joven llamada Adriana Ivancich y con el sabio “laissez faire, laissez passer” de su legítima.

Hemingway envejece mal, lo sabe y sabe que el mundo de posguerra no volverá a ser el mismo que pretendió beberse, cazar, comerse y follarse. En los siguientes  años reverdece laureles: escribe El viejo y el mar, novela por la que le otorgan el premio Pulitzer en 1953 y vuelve a viajar. Otra vez Venecia, los sanfermines y los safaris, la vida al límite en edad más que madura: sufre dos accidentes de avión en África con Mary Welsh y quemaduras en un incendio forestal, todo en menos de un mes. Desanda el camino hasta Cuba y le es concedido el premio Nobel, que recibe como una sentencia edulcorada por el dinero que conlleva: opina que ningún galardonado de los que conoce escribe después con la maestría que les hizo ser premiados.

Con Pauline Hemingway en San Sebastián, 1927

Con Pauline Hemingway en San Sebastián, 1927

Compra casa en Ketchum (Idaho), lugar radicalmente diferente a Cuba y sigue pendiente de las noticias que llegan de la emergente revolución cubana, de cuyo triunfo se alegra en cuanto es definitivo. Vuelve a España y comienza a escribir un artículo para Life que se le va largo, tanto que acaba siendo un nuevo libro: El verano peligroso. Su salud se resiente de los accidentes y el abuso del alcohol. Después de visitar España y Cuba, vuelve a Estados Unidos e ingresa en una clínica de Minnesota. Los medicamentos que toma contra la hipertensión y la hipertrofia de su más que baqueteado hígado pueden ser causantes de sus brotes depresivos y manía persecutoria, síntomas también de una incipiente y precoz enfermedad de Alzhéimer. Puede que se resignara a los cambios que había experimentado el mundo de antaño, pero sería insufrible para él perder sus recuerdos. Afortunadamente tiene recopiladas sus vivencias parisinas en lo que será una joya que todo aficionado a la lectura debiera paladear y todo aspirante a escritor tener en su biblioteca de cabecera, si no en la cabeza misma: París era un fiesta. Después de dos burdos intentos de suicidio y un nuevo ingreso hospitalario, durante el que aplica la paciencia y la astucia del cazador que era para obtener el alta médica, consigue darse caza a si mismo con una de sus escopetas la mañana del domingo dos de julio de 1961.