Fragmentos de Hemingway

Ernest Hemingway: "Quien ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir sencillamente por fuera"


Pocas historias de vida son tan intensas y fuera de lo común como la de Ernest Hemingway. No se puede decir que haya sido simplemente “un escritor”. En todo caso, entre las numerosas pasiones que lo acompañaron siempre, entre las innumerables peripecias de trotamundo que lo marcaron como a pocos, también escribió. Y por cierto, muy bien. Tanto, que hoy día puede considerárselo como un verdadero monumento de las letras inglesas (ganador del Premio Nobel de Literatura en 1954), y como un referente literario de todas las épocas.

No hay dudas que su obra es una expresión de las pasiones del siglo XX, de las grandes luchas que ahí tuvieron lugar, de los grandes cambios en la cultura; así como también es expresión de su rica vida interior, de su energía incontenible que lo llevaba continuamente a buscar cosa nuevas, experiencias límites, aventuras. Producto de todo ello la obra de Hemingway, podemos decir sin temor a equivocarnos, es ya hoy un referente para todos los tiempos. Es, sin dudas, una expresión de lo más grande de la literatura universal.

ENcontrARTE

"Los buenos escritores son destruidos en su país y sus talentos marchitados por exceso de ambición, por los elogios desmedidos, por sus pretensiones de intelectualismo y de superioridad. (...)

Ernest Hemingway 

Fragmento de “Verdes colinas de Africa” (1935)

Sin duda alguna, Ernest Hemingway es un escritor cuya vertiginosa vida brilló con tanta fuerza que la obra y el personaje se confunden con facilidad, y su propio resplandor eclipsa con frecuencia el acierto de su prosa. Ciertamente fue una vida llena de experiencias y pasiones: vivió la I Guerra Mundial como voluntario de la Cruz Roja, fue un activo seguidor de las ideas de Rosa Luxemburgo, conoció el París bohemio de los años veinte, vivió de cerca la Guerra Civil Española, fue también un cazador experimentado que realizó frecuentes safaris en África, corresponsal de guerra, periodista... amante del boxeo, el ciclismo, los toros. Se casó cuatro veces.

A lo largo de su vida, Hemingway viajó constantemente: Francia, España, Italia, África, Estados Unidos, Cuba. Prácticamente todas sus obras recogen sus experiencias de estos viajes, incluso las adquiridas como corresponsal en la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial, creador de un estilo literario crudo y realista.

Y, lo más importante, de toda esa experiencia vital surgieron obras como “Adiós a las armas”, “Por quién doblan las campanas”, “El viejo y el mar”, “Las nieves del Kilimandjaro”. Su vida y obra ejercieron una gran influencia en los escritores estadounidenses de la época. La mayoría de sus obras están consideradas como clásicos de la literatura en lengua inglesa. Y muchas de ellas fueron adaptadas a la gran pantalla.

Su producción literaria siempre siguió una regla estética: al igual que un témpano, la novela sólo debía mostrar un octavo de lo que contaba, y los siete octavos restantes debían estar sumergidos, dando consistencia al relato.

El 21 de julio de 1899 nace en Chicago, Illinois (Estados Unidos) Ernest Miller Hemingway, uno de los grandes de la literatura. Segundo hijo de los seis vástagos del médico Clarence Edmonds Hemingway, un hombre amante de la naturaleza que más tarde se suicidaría debido a una enfermedad incurable. Su madre fue Grace Hall, mujer de fuerte carácter entusiasta de la cultura, especialmente de la música.

De existencia viajera y hálito aventurero, Hemingway experimentó con situaciones violentas, agitadas y arriesgadas desde su temprana adolescencia, destacando en la práctica del boxeo; otras de sus grandes aficiones eran la caza y la pesca.

Su padre quería que Hemingway fuera médico como él; y su madre, que tenía aficiones artísticas, quería hacerlo músico y lo obligaba a practicar en el violonchelo por largas horas, durante las cuales, por el solo hecho de "permanecer sentado pensando", se desarrolló en él su vocación de escritor.

Al acabar sus estudios medios, en 1917, renunció a entrar en la universidad y consiguió trabajo durante unos meses como reportero en el periódico “Kansas City Star”.

Al implicarse Estados Unidos en la I Guerra Mundial, Hemingway abandona el periodismo y quiso alistarse en el ejército, pero fue declarado inútil a causa de una antigua herida en el ojo, por lo que hubo de conformarse con ser aceptado en la Cruz Roja. Fue conductor de ambulancias en el frente italiano, donde resultó herido de gravedad. Regresó a los Estados Unidos en 1919, poco antes de cumplir diecinueve años. Fue condecorado con dos medallas: la "Medaglia d’Argento al Valore Militare" y la "Croce di Guerra".
 

A su regreso de Europa, después de la guerra, Hemingway contrae matrimonio con Hadley Richardson, una amiga de la infancia, y se reincorpora al periodismo, esta vez como corresponsal del “Toronto Star”, permaneciendo corto tiempo ahí, pues es nombrado por este medio junto con la cadena de periódicos “Herat”, corresponsal en Europa, donde contacta con otros americanos exiliados, agrupados en torno a Gertrude Stein y que, incluido él, pasarían a la posteridad bajo el nombre de “la generación perdida”. Su punto de reunión era la casa de la Rue de Flure 27, lugar habitual de escritores y pintores de la época: Picasso, Matisse, Scout Fitzgerald, S. Anderson, Ezra Pound y Jean Cocteau, entre otros. Es allí en donde apadrinado por Gertrude Stein, inicia su formación como escritor.

Simultáneamente a su actividad periodística, comenzó a hacer poemas y a escribir cuentos y narraciones cortas, la mayoría de las cuales fueron publicadas en pequeños periódicos extranjeros.

En Francia iniciaría su tarea como escritor con la publicación de "Tres relatos y diez poemas" (1923) a la que siguió “En nuestro tiempo” (1924) y “Torrentes de primavera” (1926). Estos primeros trabajos revelan la evolución que el escritor realiza desde el periodismo hacia la literatura narrativa. La novela que le dio la fama fue “El sol también se alza” (1926), que narra la historia de un grupo de estadounidenses y británicos que vagan sin rumbo fijo por Francia y España, miembros de la llamada “generación perdida” del período posterior a la I Guerra Mundial. Escribe más tarde "Fiesta" (1926), basada en sus peripecias por Francia y España.

De regreso en Estados Unidos el matrimonio con Hadley terminó cuando Hemingway comenzó a serle infiel con la periodista Pauline Pfeiffer, quien se convertiría en su segunda esposa en 1927. Compra luego su casa en Cayo Hueso, Florida, que desde entonces sería su “base”, su lugar de trabajo, pesca y descanso. En este mismo año sale a luz su novela “Hombres sin mujeres” (1927) libro que incluía el cuento “Los asesinos”, notable por su descripción de una muerte inminente. Al año siguiente se suicidaría el padre de Hemingway.

Siguen otras muchas obras: "Adiós a las armas" (1929), conmovedora historia de un amor entre un oficial estadounidense del servicio de ambulancias y una enfermera inglesa que se desarrolla en Italia durante la I Guerra Mundial, basada en sus propias experiencias, la cual alcanzaría renombre internacional; “Muerte en la tarde” (1932) tratado sobre tauromaquia, a la vez que un himno apasionado en que celebra las bellezas del sangriento deporte español sobre corridas de toros. “El que gana no se lleva nada” (1933), libro de relatos en los que describe las desgracias de los europeos. “Verdes colinas de Africa” (1935), escritos sobre caza mayor, y “Tener y no tener” (1938). Este mismo año aparece su obra de teatro “La quinta columna” publicada en su libro “La quinta columna y los primeros cuarenta y nueve cuentos”.

En 1929 visita por primera vez España. Fue su primera cita con los “San Fermines” de Pamplona. Volvió a España en 1937, durante la Guerra Civil, como corresponsal de guerra; se decanta por el lado republicano, al que defiende con artículos y novelas. En España conoció a Martha Gellhorn, corresponsal de la revista Collier's y autora de cuentos, y se enamoró de ella.

 Hemingway había explorado temas como la impotencia y el fracaso, pero al final de la década de 1930 empezó a poner de manifiesto su preocupación por los problemas sociales. Tanto su novela “Tener y no tener” (1937) como su única obra de teatro “La quinta columna”, condenan duramente las injusticias políticas y económicas. Dos de sus mejores cuentos, “La vida feliz de Francis Macomber” y “Las nieves del Kilimandjaro”, forman parte de este último libro.

Su presencia en España durante la Guerra Civil como corresponsal le inspiró una de sus más relevantes novelas, “Por quién doblan las campanas” (1940), considerada su obra maestra y en la que intenta demostrar que la pérdida de libertad en cualquier parte del mundo es señal de que la libertad se encuentra en peligro en todas partes. Por el número de ejemplares vendidos, esta novela fue su obra de más éxito. El 4 de noviembre, pocos días después de la publicación de la obra, se divorcia de Paulina Pfeiffer y el 21 de noviembre, se casa con Martha Gellhorn, en Cheyenne, Wyoming (Estados Unidos). La pareja parte en viaje de luna de miel a China, donde ambos actúan como corresponsales de guerra.

A Ernest Hemingway le rondaría varias veces la muerte en el transcurso de su vida: en la Guerra Civil española cuando su habitación del hotel fue alcanzada por el estallido de las bombas, cuando choca con un taxi durante los apagones de la II Guerra Mundial, y en 1954 cuando su avión se estrella en África.

A su regreso, se establecen en La Habana y Hemingway comienza a escribir una nueva novela, interrumpida por la II Guerra Mundial, dónde desempeña el cargo de corresponsal de guerra como testigo del día del desembarco aliado en las playas francesas. Llegó hasta París con las tropas libertadoras. Acabada la contienda, Hemingway se instala en Cuba, cerca de La Habana, divorciándose de Martha Gellhorn y contrayendo matrimonio con Mary Welsh, corresponsal de la revista "Times" en Inglaterra durante la II Guerra Mundial, a quien le sería infiel con Adriana Ivancich.

Ernest Hemingway y el presidente cubano, Fidel Castro
Hemingway llegó por primera vez a Cuba en abril de 1928 en el vapor Orita, cuando el buque que lo llevaba de Europa a Key West, Florida, hizo una breve parada. Aquel paraje lo embriagó tanto que estuvo en la isla intermitentemente entre 1932 y 1960.

Durante la década siguiente, sus únicos trabajos literarios fueron “Hombres en guerra” (1942), que él editó, y la novela “Al otro lado del río y entre los árboles” (1950) historia de amor y de muerte ambientada en Venecia que marcó una fase de cierto divorcio con el público, que enmendó unos años más tarde con una novela corta: “El viejo y el mar “(1952), uno de los grandes títulos de este estupendo novelista estadounidense, una novela llena de ternura, lirismo y emoción que aborda temas como la superación personal, la dignidad o la lucha del hombre con la naturaleza, y gracias a la que recuperó el favor de público y crítica.

"El viejo y el mar" cuenta la historia de un viejo pescador que harto de no atrapar ningún pez, se propone no regresar a tierra hasta que capture uno. Cuando así lo hace y ante la imposibilidad de introducirlo en su pequeña barca por su gran tamaño, lo mantiene agarrado a su caña, siendo devorado poco a poco por los tiburones. Por esta novela ganó el Premio “Pulitzer” de Literatura en 1953. Al año siguiente recibe el Premio Nobel de Literatura (1954).

Fragmento del “Viejo y el mar”:

Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que el viejo estaba definitiva y rematadamente salado, lo cual era la peor forma de la mala suerte, y por orden de sus padres el muchacho había salido en otro bote que cogió tres buenos peces la primera semana.

Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota.

El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de la piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaban en sus mejillas. Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces.

Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.

Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos…

Finalmente, en 1969, el escritor abandonó Cuba y se instaló con Mary Welsh en su nueva casa de Ketchum, Idaho, Estados Unidos. Por entonces sufría ya problemas psicológicos, y tuvo que ser hospitalizado dos veces a causa de procesos depresivos, que finalmente no pudo vencer. Poco antes de ponerle fin a su vida con un tiro de escopeta en su residencia el 2 de julio de 1961, redactó su testamento literario, “París era una fiesta”, 1964 (póstuma), que relata los recuerdos de sus primeros años en París en los que, según sus propias palabras, "éramos pobres y muy felices", así como su encuentro con los miembros de la “generación perdida”, que acabó capitaneando, y sus primeros pasos en la literatura.

Su última obra publicada en vida fue “Poemas completos” (1960). Los libros que se publicaron póstumamente incluyen, además de “París era una fiesta”, “Enviado especial” (1967), que reúne sus artículos y reportajes periodísticos, “Primeros artículos” (1970), la novela del mar “Islas en el golfo” (1970) y la inacabada “El jardín del Edén” (1986). Dejó sin publicar 3.000 páginas de manuscritos.

algunas de sus citas…

“El hombre puede ser destruido, pero no derrotado“

“La obra clásica es un libro que todo el mundo admira, pero que nadie lee”

“La sabiduría de los ancianos es un gran error. No se hacen más sabios, sino más prudentes”

“Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo”

“El hombre tiene corazón, aunque no siga sus dictados”

“Un idealista es un hombre que, partiendo de que una rosa huele mejor que una col, deduce que una sopa de rosas tendría también mejor sabor”

“Nunca hay que confundir movimiento con acción”

“Se necesitan dos años para aprender a hablar y setenta para aprender a callar”

“Conocer a un hombre y conocer lo que tiene dentro de su cabeza son cosas distintas”

“Es moral lo que hace que uno se sienta bien, inmoral lo que hace que uno se sienta mal. Juzgadas según estos criterios morales que no trato de defender, las corridas de toros son muy morales para mí”

“Al oír un eco muchos creen que el sonido proviene de él”

"La gente buena, si se piensa un poco en ello, ha sido siempre gente alegre"

“El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad”

“Quédate siempre detrás del hombre que dispara y delante del hombre que está cagando. Así estás a salvo de las balas y de la mierda”

Fragmentos de algunas de sus obra más relevantes:

Verdes colinas de Africa (fragmento):

En cierta época de sus vidas, los escritores suelen convertirse en líderes. ¿ A quiénes conducen? Poco importa. Si no tienen discípulos los inventan. Y es inútil que aquellos que han sido escogidos como discípulos, protesten. En este caso se los acusa de deslealtad... Hay otros que ensayan salvar su alma con 10 que escriben. Es un medio fácil. Otros, todavía se arruinan por la primera suma de dinero recibida, la primera alabanza, el primer ataque, la primera vez que descubren que no pueden escribir, o bien se asustan e ingresan a asociaciones que piensan en lugar de ellos. (...)

Piojos de la literatura, gusanos para anzuelo, metidos en una botella, que tratan de derivar conocimientos y alimento de su propio contacto". (…)

Por quién doblan las campanas (fragmento):

"Después se acomodó lo más cómodamente que pudo, con los codos hundidos entre las agujas de pino y el cañón de la ametralladora apoyando en el tronco del árbol.

Cuando el oficial se acercó al trote, siguiendo las huellas dejadas por los caballos de la banda, pasaría a menos de veinte metros del lugar en que Robert se encontraba. A esa distancia no había problema. El oficial era el teniente Berrendo. Había llegado de La Granja, cumpliendo órdenes de acercarse al desfiladero, después de haber recibido el aviso del ataque al puesto de abajo. Habían galopado a marchas forzadas, y luego tuvieron que volver sobre sus pasos al llegar al puente volado, para atravesar el desfiladero por un punto más arriba y descender a través de los bosques. Los caballos estaban sudorosos y reventados, y había que obligarlos a trotar.

El teniente Berrendo subía siguiendo las huellas de los caballos, y en su rostro había una expresión seria y grave. Su ametralladora reposaba sobre la montura, apoyada en el brazo izquierdo. Robert Jordan estaba de bruces detrás de un árbol, esforzándose porque sus manos no le temblaran. Esperó a que el oficial llegara al lugar alumbrado por el sol, en que los primeros pinos del bosque llegaban a la ladera cubierta de hierba. Podía sentir los latidos de su corazón golpeando contra el suelo, cubierto de agujas de pino".
Ernest Hemingway a sus 19 años, 1918